Las
aulas son cada vez más diversas. No sólo tenemos alumnos que son
diferentes por su aspecto físico (altura, color de ojos) sino que cada
uno de ellos tiene un estilo de aprendizaje al que nos debemos adaptar.
Todos nuestros alumnos necesitan que les dediquemos un tiempo de
calidad. Esta circunstancia se hace más necesaria con los alumnos de
dificultades de aprendizaje, TDAH, discapacidad, etcétera. El objetivo
del presente artículo es aportar una serie de estrategias concretas para
relacionarnos con nuestros alumnos de dificultades de aprendizaje.
La
inclusión no es una opción, es una necesidad y algo a lo que los
maestros estamos obligados. La integración de alumnos con diferentes
dificultades, trastornos y discapacidades (dislexia, autismo,
discapacidad visual, TDAH, etc) es algo que tenemos la obligación de
acometer en nuestras aulas.
No es para nada una tarea sencilla. Es
por ello que a continuación aparecen una serie de estrategias para
poner en marcha con tus alumnos con dificultades de aprendizaje mañana
mismo. Estas pautas no son exclusivas de este tipo de alumnado sino que
son aplicables a todos los alumnos de la clase. Veámoslas de manera
desarrollada:
1. Legitimar sus emociones
Es imprescindible
legitimar las emociones de nuestros alumnos. Todas las emociones han de
ser aceptadas y respetadas. Por definición, las emociones son
involuntarias y automáticas, por lo que tenemos poco control voluntario
sobre ellas. P
ermite a tu alumno que muestre su tristeza por
haber suspendido un examen, su miedo a enfrentarse a una tarea que
desconoce y su rabia por no haber sido aceptado en un grupo de clase.
2. Mirada incondicional
Acepta
incondicionalmente a tus alumnos. No les juzgues como personas,
apóyalos siempre. Claro que puedes criticar, señalar o castigar un
determinado acto que hayan hecho, pero jamás critiques su persona.
Nuestros
alumnos no son vagos ni malos porque estos calificativos engloban su
personalidad. Se han podido equivocar o realizar algo mal, pero eso no
engloba su persona. Mi relación y mi apoyo incondicional a mi
alumno jamás está en juego independientemente de sus notas o
comportamiento. Debemos diferenciar el afecto de la conducta.
3. Nombrar para dominar
Cuando un niño está experimentando una emoción intensa (miedo, alegría, tristeza, rabia), es importante que
le
ayudemos a conseguir uno de los objetivos de la educación emocional:
identificar y nombrar la emoción que están experimentando. Por
ello, cuando estén muy implicados emocionalmente, identifícales y
nómbrales la emoción. Por ejemplo: María lo que sientes es rabia porque
esas chicas no te han dejado jugar con ellas.
4. No preguntar el porqué de sus acciones
Bajo
mi punto de vista es un error que la figura de autoridad, en este caso
el maestro, le pregunte a su alumno el motivo por el que ha realizado
determinada conducta.
Para y trata de pensar por qué lo hizo y dale una explicación.
Por ejemplo: David, has faltado al respeto a la profesora de
Informática porque te dio rabia que te regañara en público. Una vez que
hemos explicado al niño lo ocurrido, decidiremos si dicho acto tiene
alguna consecuencia o no, pero lo primero es legitimar su emoción y
darle una explicación a lo ocurrido.5.
5. Muéstrate vulnerable
A
pesar de que nuestros alumnos nos vean como superhéroes y nos tengan en
un pedestal, esto no se debe a una realidad sino a que los niños son de
extremos. No tienen punto intermedio.
A pesar de esto, es importante que nuestros alumnos nos vean vulnerables y dependientes, como son ellos. Este hecho les ayudará bastante.
6. Hipoactivar la amígdala
Cuando
nuestro alumno está experimentando una emoción como miedo o tristeza,
su corteza prefrontal, lugar donde se produce el pensamiento y las
funciones ejecutivas, se encuentra inhibida debido a la emoción
presente.
Para conseguir que la emoción disminuya su intensidad y
su corteza prefrontal vuelva a coger las riendas de la situación,
podemos llevar a cabo diferentes y sencillos ejercicios:
- Ejercicios de relajación y respiración
- Realizar algún ejercicio físico (saltar, dar palmas, andar, correr, etcétera)
- Hacer una actividad que guste y distraiga al alumno
- Hidratación: ir al baño a beber agua y salir unos minutos de clase
- Abrazar a nuestro alumno
7. Situarse por debajo de sus ojos
El hecho de agacharnos y
situarnos
por debajo de los ojos de nuestro alumno hace que éste perciba que no
hay agresión ni competitividad, sino todo lo contrario. Entenderá que
queremos escucharle y ayudarle. Es una conducta de cooperación que realizan también otros mamíferos superiores.
8. Activar las variables de tiempo y espacio
Ante
las situaciones de mucho estrés o rabia, lo mejor que podemos hacer es
marcharnos a un lugar más tranquilo y/o hacer que pase el tiempo.
El objetivo es reducir la activación emocional. Por ejemplo, si nuestro
alumno está muy furioso con algún amigo suyo en el patio, lo mejor que
puede hacer es salirse de la situación (espacio) o contar hasta diez o
meterse la manos en el bolsillo (tiempo) si cree que se puede
descontrolar su emoción.
En un primer momento estas estrategias han de ser guiadas por el docente (heterorregulación) para que posteriormente sea el propio alumno quien sea capaz de autoaplicarlas (
autorregulación).
9. No racionalizar las emociones
Es importante entender que
las emociones “hablan” un idioma diferente al de la razón. En ocasiones intentamos justificar racionalmente una emoción, algo que es muy complicado. Por ejemplo:
Cómo que no te gusta la clase de Educación Física o
cómo es posible que no te caiga bien Alfonso si cae bien a todo el mundo. Las emociones son subjetivas y por tanto respetables siempre.
No
trates de dar una justificación racional a una emoción. Simplemente
acéptala. Si aceptamos las emociones de nuestros alumnos, los estamos
aceptando a ellos como personas.
10. Conecta y redirige
Dicha estrategia consiste en
conectar nuestro hemisferio derecho con el del alumno para entender y legitimar su emoción. En un primer momento no debemos aplicar disciplina alguna ni dar explicaciones a lo ocurrido,
sólo
calmar, empatizar y legitimar la emoción de nuestro alumno. Una vez que
la activación de la amígdala se haya reducido considerablemente, es
cuando ya podemos redirigir. Es aquí donde ya podemos
explicar y dar una narrativa de lo ocurrido al alumno, pero siempre
después de haber conectado emocionalmente con él.
Rafael Guerrero Tomás es psicólogo, director de
Darwin Psicólogos y profesor de la
Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid.
Además, también imparte clase en el Máster de Atención a la Diversidad y
Apoyos Educativos del Centro Universitario Cardenal Cisneros.
Especialista en TDAH, trastornos del aprendizaje y trastornos de
conducta. Autor del libro “Trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad. Entre la patología y la normalidad” (Libros Cúpula,
2016).